La vergonzosa campaña cometida por Rangers en el torneo de Transición no hace más que reafirmar el cómo se ha manejado el club en los últimos años, dejando en claro el desgaste que existe entre la hinchada y los actuales propietarios quienes cargan un nuevo fracaso deportivo. La ansiedad por lograr el objetivo ha traicionado; no alcanza con las ganas y el dinero para contratar, hay que evaluar, y eso requiere planificar dentro de una política deportiva que ha sido la gran falencia de los actuales inversionistas.
No da para más. Es imposible que la actual administración continúe haciendo las cosas de manera similar a lo que ha venido desarrollando en su devenir a cargo de la institución rojinegra. La política impuesta en la conformación de planteles se refleja en los resultados, haciendo la salvedad que en más de alguna oportunidad se gastó bastante, no se privaron desde el bolsillo, pero la elección una vez más, dejó mucho que desear.
En el último torneo era legítimo ahorrar dinero y conformar un plantel que tuviese un tranquilo pasar. Sin embargo, al ahorro excesivo que significó la ausencia de refuerzos de categoría, se sumó a la mala planificación que sentenció el arribo atrasado de jugadores fundamentales, quienes luego sufrieron con las lógicas lesiones al no haber realizado la pretemporada como corresponde.
Rangers ha hecho las cosas mal, y los resultados deportivos no hacen más que avalar aquella apreciación. Se debe dar un golpe duro, de cambio radical. De lo contrario, la centenaria institución seguirá vegetando en la Primera B y para peor, preocupada de no bajar, más que aspirando a subir. El cambio debe ser ahora y ya.
