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El tenista chileno Nicolás Jarry (100°) se prepara para competir en el Masters de Cincinnati gracias a una wild card, recordando los desafíos que enfrentó en el año 2024. Según sus propias palabras, fue un año que lo dejó física y mentalmente agotado.

Todo comenzó con una neuronitis vestibular, una condición que afecta el equilibrio y lo mantuvo fuera de las competencias por meses. A pesar de creer inicialmente que sería algo pasajero, la recuperación resultó ser lenta y frustrante.

“Fue muy difícil, el peor semestre de mi vida. Había doctores que decían que esto sería rápido y en tres semanas estaría listo. Después decían un mes, tres meses, cuatro, y siempre con una incertidumbre falsa”,

contó Jarry a El Mercurio.

“El peak fue en el US Open, donde muchos doctores decían que ya iba a estar bien, pero llegó el partido y seguía muy mal”,

agregó.

Al regresar a Chile, Jarry enfrentó su momento más crítico. Su cuerpo no respondía como antes y la situación afectaba su estado mental.

“Cuando volví a Chile entré en depresión, no tenía ganas de salir de la cama y tuve que hablar con mi psiquiatra para empezar a tomar algo que me ayudara”,

confesó.

A pesar de todo, decidió unirse al equipo chileno en la Copa Davis en China, donde recibió apoyo de Nicolás Massú y del doctor Alejandro Orizola, a quien agradeció por su honestidad desde el principio.

“Orizola fue de los pocos que me dijo desde el principio que tuviera paciencia y que podía ser largo, y así ha sido”,

destacó Jarry.

En medio de la crisis, Jarry cambió su perspectiva. Si no podía ganar, al menos intentaría disfrutar del tenis nuevamente y reconectarse con lo esencial. Esta experiencia le ha dado una nueva perspectiva en la cancha.

“Desde ahí empecé a tomarme ese último cuarto del año de otra forma, tratando de pasarlo bien pese a saber que podía estar todo ese tiempo sin ganar un partido. Aprendí a disfrutar más el tenis, fue un aprendizaje que valoro mucho y me acompaña hoy en día”,

remarcó.